viernes, 28 de septiembre de 2012

When the wind blows - Cuando el viento sopla


Título original: When the wind blows
Director: Jimmy T. Murakami
Producción: John Coates (Gran Bretaña, 1986)
Guión: Raymond Briggs, basado en su novela homónima
Fotografía: Peter Turner, Maureen Simons, Roger Chandler y Roy Watford
Música: Roger Waters
Dirección artística y diseño de los dibujos: Richard Fawdry
Dirección artística, diseño de los fondo y del color: Errol Bryant
Director técnico: Peter Turner
Diseño y producción de los efectos especiales: Stephen Weston
Montaje: Grant Taylor
Duración: 86 minutos.




Los caminos oscuros del progreso

Cuando el viento sopla es una película atípica, arriesgada y valiente. No sólo por la brutalidad con qué expone un tema tan delicado y comprometido como el de la guerra nuclear y la explosión de la bomba atómica, sino también por el hecho de tratarse de una producción de dibujos animados. Esta aparente contradicción es utilizada por el director Jimmy T. Murakami y el guionista Raymond Briggs, autor de la obra original en qué se basa la historia, para dar a la película su sentido último y definitivo: los dibujos y el diseño de los personajes, deliberadamente estilizados e irreales pero simpáticos en todo momento, contrastan con el realismo y la contundencia de la historia explicada. Del mismo modo, la amabilidad de Jim y Hilda Bloggs se convierte, a medida que adelanta la narración, en una irritante ingenuidad, su sencillez y su buena fe derivan hacia un optimismo grotesco y casi surrealista. Y es que las apariencias engañan: la vida feliz y tranquila de la pareja se va descomponiendo poco a poco, literal y metafóricamente. La bomba atómica no sólo arrasa la zona dónde viven, destruyendo todo su mundo, sino que pone de manifiesto la inconsistencia de su fe en el progreso, la absurdidad de su confianza en un gobierno que no ha movido ni un dedo para evitar la catástrofe. Murakami y Briggs van mucho más allá de una simple crítica al horror de la guerra y a la utilización de la energía nuclear y atómica, construyendo una brillante parábola del fin del mundo.

Desde este punto de vista, el matrimonio protagonista trasciende los rasgos más o menos tópicos que les caracterizan - la obsesión típicamente inglesa por tomar el te, el patriotismo, los recuerdos románticos de la segunda guerra mundial - para constituirse en una metáfora de la pasividad y la despreocupación de la sociedad frente a algunos de los principales problemas del mundo contemporáneo . Jim y Hilda no se plantean en ningún momento los oscuros intereses y motivaciones que en aras del progreso han llevado a su país a la situación actual, ni cuestionan el papel y la actuación de sus dirigentes políticos, como si la guerra fuera un mal inevitable. Durante la construcción del refugio nuclear, la única preocupación de Jim son las diferencias entre el folleto del gobierno y el folleto municipal; Hilda, en cambio, pocos minutos antes del inicio de la guerra sólo piensa en fregar los platos. Tras la explosión de la bomba, convertidos en meras caricaturas de dos seres humanos, no pueden hacer otra cosa que mantener todas las rutinas establecidas en el mundo anterior a la guerra nuclear (tomar el té, salir al jardín, limpiar el polvo). La rutina es el verdadero motor de la acción, una acción deliberadamente monótona y teñida de un pesimismo que en determinados momentos llega a agredir al espectador: incluso ante las puertas de una muerte espantosa, los dos personajes son incapaces de abrir los ojos: siguen viviendo la mentida que han vivido toda su vida, una mentira que ha llevado al mundo a la tercera guerra mundial y a la destrucción.

Una historia real... en dibujos animados

La historia de Cuando el viento sopla se habría podido filmar más fácilmente con personas de carne y hueso: la práctica totalidad de la acción tiene lugar en la casa del matrimonio, en una zona rural alejada de las grandes ciudades. Pero la paradoja que se establece entre la crudeza de los acontecimientos relatados y la utilización de unos dibujos animados de carácter prácticamente naïf, juega en beneficio de la película, dotándola de una atmósfera opresiva y angustiosa que sería imposible de conseguir con imágenes reales.

Jimmy T. Murakami y Raymond Briggs hacen añicos el tópico que no se pueden hacer películas de dibujos animados destinadas al público adulto (o, en todo caso, pensadas tanto para el público más joven como para el público adulto). Director y guionista, en una opción arriesgada pero absolutamente coherente con sus anteriores obras y creaciones (Murakami como personalidad destacada en el campo de la animación de vanguardia y Briggs como escritor y dibujante de literatura infantil), no ahorraron esfuerzos ni recursos: la producción y realización del film fue larga y complicada e implicó la participación de un enorme equipo técnico, que se encargó de dibujar a mano las cerca de 200.000 imágenes necesarias para la película. Murakami utilizó técnicas de animación decididamente revolucionarias, que serían adoptadas después en otras producciones. Para dotar a los escenarios de la acción de una cierta perspectiva, hizo construir maquetas en tres dimensiones de la casa dónde transcurre la acción, con paredes desmontables. Estas maquetas fueron filmadas con una cámara especial mediante la técnica llamada stop-motion (fotograma a fotograma), que permitió el seguimiento, encuadramiento y panoramización de los interiores en complicados movimientos de cámara, poco habituales en las películas de dibujos animados. Después, los dibujos realizados a mano fueron transformados en diapositivas y proyectados sobre las imágenes obtenidas de la filmación de las maquetas. Este proceso fue filmado de nuevo con una cámara, obteniendo así las imágenes definitivas. Algunos de los solistas y grupos de pop y rock más destacados del momento (David Bowie, Roger Waters, Pink Floyd, Génesis) se encargaron de la banda sonora, y los prestigiosos actores John Mijos y Peggy Ascroft (Fernando Rey y Irene Gutiérrez Caba en la versión española del film) pusieron su prodigiosa voz al servicio del matrimonio protagonista.

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